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El Teatro español  del siglo XX, puede dividirse en dos periodos. El primero de ellos (1920 - 1937), de signo creciente, y con dos referencias claras, la obra dramática de Valle-Inclán y el teatro imposible de García Lorca, único autor español con proyección internacional. ​ El segundo periodo, más breve y gris, reconocido como teatro de posguerra, tuvo a su vez dos dramaturgias, la desarrollada y representada en España, definida como "un teatro que divierte ideologizando”, ​ y el teatro escrito en el exilio de autores como Rafael Alberti, Alejandro Casona o Max Aub, entre otros.

A principios del siglo XX el teatro español continuaba estancado en fórmulas decimonónicas, ajeno a la renovación emprendida en otros países europeos por directores y dramaturgos como Stanislavski, Gordon Craig, Antoine o el suizo Adolphe Appia.

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Ya a lo largo del siglo XIX la oferta y la demanda teatrales se habían ordenado en dos categorías: un 

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teatro "selecto" (por la selección de los temas, afines a la burguesía que lo consumía), "caro" (y por tanto también selecto económicamente) y materializado en subgéneros muy diversos, desde la alta comedia al teatro poético de filiación modernistas; y frente a él, un teatro "popular", cuyos personajes eran estereotipos de las clases menos pudientes, que alcanzó su máxima expresión en el sainete social, y con la participación estelar de grandes autores como Carlos Arniches o Benavente, más tarde Premio Nobel.

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Teatro de divas, tarea de genios

En cuanto al entramado y al entorno del teatro español antes y después del

cambio de siglo, la propia servidumbre del arte a los gustos de los que lo

mantenían había instituido en España una implacable dictadura de compañías

de grandes actores y actrices mimados por un público de élite. Así, algunas

grandes estrellas de la escena imponían sus criterios sobre directores y

empresarios, reducidos a meros comparsas. ​ También hubo profesionales

valiosos y libres de divismo, como la actriz y "musa lorquiana" Margarita Xirgu

o el empresario y dramaturgo modernista Gregorio Martínez Sierra. Los tímidos

esfuerzos renovadores quedaron a cargo de pequeñas salas, entre las que

destacó el "Teatre Íntim" de Adriá Gual, dramaturgo simbolista, pintor,

escenógrafo y empresario teatral, impulsor de la Escuela Catalana de Arte

Dramático. Entre los más jóvenes, cabe destacar el teatro poético y misterioso

de Alejandro Casona, creador del "Teatro ambulante" o "Teatro del pueblo", y

activo participante en las Misiones Pedagógicas, creadas durante la Segunda

República Española.

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Se pueden distinguir tres líneas principales: la evolución del drama burgués hacia el drama social, la creación de una variedad del género cómico, el ‘teatro humorístico’ (supuestamente precursor del teatro del absurdo), y el desarrollo de un teatro de experimentación y vanguardia.

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El drama social y el drama burgués

Inicialmente, el "teatro social", que como apuntó Torrente Ballester tenía su origen en Lope de Vega,y fue plato favorito de Benito Pérez Galdós, tuvo su principal representante en Joaquín Dicenta, que desbarató el drama burgués con sus mismas armas (el melodrama), presentando en situaciones hasta entonces reservadas a nobles y burgueses, a personajes de las clases sociales menos favorecidas.

 

Por su parte, el "drama burgués", herencia del siglo XIX español, se especializó en retratar conflictos surgidos en el seno de la clase media-alta de la sociedad, que era su público más asiduo; de ahí que la crítica contenida en algunos de sus mejores ejemplos estuviese presentada de forma amable. El mejor exponente fue Jacinto Benavente, Premio Nobel de Literatura en 1922, y junto a él Gregorio Martínez Sierra. Ya hacia la mitad del siglo, algunos autores partieron de la estructura de la comedia burguesa para aportar visiones particulares. Es el caso, por ejemplo, de Alejandro Casona con obras llenas de fantasía, nostalgia y referencias populares, que continuó en el exilio.

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El teatro experimental

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Muy avanzada la década de los sesenta comenzó a desarrollarse un teatro con intención experimental y vanguardista. En distintos grados -y con diferente fortuna- propusieron sus investigaciones: Fernando Arrabal, que había iniciado su carrera en el exilio, Francisco Nieva, que llegó a alcanzar notables éxitos a partir de 1975, y Miguel Romero Esteo, un profesor cordobés afincado en Málaga.

 

Los pupilos de ese teatro experimental, catalogados por Georges E. Wellwarth, en su Spanish Underground Drama (Teatro de protesta y paradoja), fueron: José Ruibal, Antonio Martínez Ballesteros y José Bellido (como cabezas de serie); La lista de Wellwarth es más larga y posteriormente se ha considerado tendenciosa.

Grupos independientes

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A lo largo de la década de 1960 surgen también numerosos grupos independientes como Els Joglars, Los Goliardos, Tábano, Comediants, La Cuadra de Sevilla y un largo etcétera.

 

Se caracteriza por la investigación del lenguaje dramático; coherencia ideológica y estética; participación colectiva y búsqueda de la calidad; utilización de la experiencia de cada representación como base autocrítica de recreación de temas. El objetivo descentralizador de llegar a públicos más amplios y de conseguir la participación de los espectadores, los llevó también a apropiarse de técnicas propias de la farsa, la pantomima, el teatro de títeres, el circo, el cabaret y la comedia musical.

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Copyright: Literatura Española / Lidia Villa y Javier Llamas.

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